jueves, 15 de julio de 2010

La importancia de la lengua griega

Έλληνες ποιητές

Ελάχιστοι μας διαβάζουν
ελάχιστοι ξέρουν τη γλώσσα μας,
μένουμνε αδικαίωτοι κι αχειροκρότητοι
σ' αυτή τη μακρινή γωνιά,
όμως αντισταθμίζει που γράφουμε Ελληνικά.

Κώστας Μόντης (1914-2004)

Más valen unos versos que tomos enteros de historia

Estos pocos versos extraídos de Soledades de Antonio Machado resumen lo que mi profesor de Historia de España, en la Universidad de Zaragoza, expuso durante varias semanas en sus clases ...

Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.

domingo, 21 de febrero de 2010

Una postal de Madrid

Es una estupenda estampa —casi un vídeo— que procede del libro Maestro de esgrima de Arturo Pérez-Reverte:


El paseo del Prado hervía de paseantes bajo los árboles. En los bancos de hierro forjado, soldados y criadas tejían y destejían requiebros y chirigotas mientras gozaban de los últimos rayos de sol. Algunos elegantes caballeros, acompañando a damas o en grupos de amigos, paseaban entre las fuentes de Cibeles y Neptuno, movían los bastones con afectación y se llevaban la mano a la chistera al pasar cerca el frufrú de alguna falda respetable o interesante. Por la enarenada avenida central, sombreros y sombrillas multicolores circulaban en carruajes descubiertos bajo la luz rojiza del atardecer. Un rubicundo coronel de Ingenieros, cruzado el pecho de heroica ferretería, fajín y sable, fumaba plácidamente un veguero mientras conversaba en voz baja con su ayudante, un capitán de rostro conejil que asentía con grave circunspección; era evidente que hablaban de política. Unos pasos más atrás seguía la señora coronela, a duras penas encorsetadas sus jamonas carnes bajo el vestido cuajado de encajes y lacitos, mientras la doncella, delantal y cofia, pastoreaba un rebaño de media docena de niños de ambos sexos, vestidos con puntillas y medias negras. En la glorieta de las Cuatro Fuentes, un par de lechuguinos con brillantina y raya en medio se retorcían los engomados bigotes mientras lanzaban furtivas miradas a una joven que, bajo estrecha vigilancia de su aya, leía un tomito de doloras de Campoamor, ajena a la expectación que su pequeño y fino pie, junto a dos tentadoras pulgadas de delicado tobillo enfundado en media blanca, suscitaba en los mirones.